Por: Jorge Luis Salas Hernández
Ayer mi vecina me enseñó su árbol navideño. Contenta me pidió que pusiera mis ojos en su obra, e hizo silencio. Debo confesar que el árbol de mi vecina se parece a ella: fuerte aunque ya tiene muchos años, con ramas semi-caídas pero que soportan el peso de los gastados adornos...
Ayer mi vecina me enseñó su árbol navideño. Contenta me pidió que pusiera mis ojos en su obra, e hizo silencio. Debo confesar que el árbol de mi vecina se parece a ella: fuerte aunque ya tiene muchos años, con ramas semi-caídas pero que soportan el peso de los gastados adornos...
Una oftalmóloga
amiga, hace unos días, me pidió también que fuera a su casa a ver su
fruto navideño. Directamente importado desde Venezuela su árbol mide
casi dos metros y cuelgan de sus ramas los más ostentosos decorados;
ella empleó todo el tiempo de mi muda contemplación en explicarme la
procedencia de cada uno…
Hoy, mi médico de cabecera me mostró también su arbolito; él está esperando a que lo llamen para su primera misión; ante mi cuestionamiento en torno a la belleza de cada adorno me confesó que ya tienen sus años pero que él guarda cada pieza en su caja cuando termina la celebración; igual lo hace con su ropa, con sus discos, con sus libros…Cada árbol hecho a imagen y semejanza de su dueño.
Esta es una época especial en el año; una época que cada quien gusta de celebrar a su manera, de acuerdo con sus posibilidades, pero que une a todos en la felicidad y en la paz. Da lo mismo si el árbol navideño está más o menos feo, sucio, nuevo, decorado…la intención de cada quien es alumbrar un espacio del alma hogareña de acuerdo con sus posibilidades…
Este
24 de diciembre, de seguro, en prácticamente la totalidad de nuestros
hogares se comerá de una manera diferente: se cenará. Y será ese un
momento para reunir a la familia y divertirse, para olvidar dolencias y
rescatar alegrías. Al igual que los árboles navideños de mis amigos, las
cenas se parecerán también a los hogares en los que se organicen pero
todas tendrán en común el objetivo de convocar la felicidad.
Una
práctica oculta para algunos y perdida para otros durante años en
nuestro país regresa, porque las costumbres son así: se enraízan en el
pensamiento y en el corazón de los hombres prácticamente para siempre, y
aunque duerman un tiempo luego despiertan renovadas. Las
infraestructuras y estructuras cambian, a veces las superestructuras no.
Pero Filosofía aparte lo importante este 24 de diciembre es que cada cual, desde la posición material que pueda, asuma los presupuestos espirituales que propone la fecha. No debemos ponerle nunca cortapisas al mundo simbólico de los seres humanos. No podemos limitar nuestro horizonte espiritual porque sea limitado nuestro horizonte material. Todo lo que nos rodea tiene un componente simbólico; toda la producción material es también producción simbólica y créanme, la conclusión es de alguien que sabe, pero mil veces más que yo sobre esos temas.
Abrir nuestro corazón a la paz, al amor, a la amistad este cierre de año es un acto obligatorio y no importa si en la esquina de la sala el árbol alumbra más o menos, o si en la mesa lo que ponemos es pavo, puerco o pollo; la invitación a cada cubano, a cada ciudadano del mundo, es a celebrar, a abrazarse, a agradecer por los logros del 2012 y pedir salud y felicidad para el 2013.
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