jueves, 20 de diciembre de 2012

Lo que una memoria flash dice de ti


 Tan solo un click y ¡Eureka!: abierta como tumba usurpada, como libro desparramado al viento, como señora curiosa de barrio campechano.
No necesité estar tres horas convenciéndole de la necesidad de que me contara su secreto, ni jurándole silencio comprometido que, al final, solo se convierte en verdad gritada a degüello.

Ahí estaba aquella memoria flash como amiga indiscreta, revelando la esencia, el propio ser de su dueño, como psicóloga antiética, a la que se le olvida a menudo la confidencialidad paciente-médico.
Ya sé que a su poseedor le gusta el reguetón del momento, escudriña la intimidad femenina como un doctorado en ciencias médicas, le apasiona la música sacra y quiere mucho a su novia, a contar por el número de fotos que almacena en el dispositivo. Todo eso lo supe con un simple pantallazo, y en tan solo cinco segundos.
Sin hacer preguntas se muestra, sin nada que exigirme brindó un conjunto de documentos, fotos y archivos, locos por ser saboteados, plagiados, advertidos.
Cuánto más podría saber, cuánto más me contaría aquel artefacto diminuto y escandalosamente público y revelador. ¡Nadie imagina!
En la actualidad, memorias flash, discos duros, HDD player, mp4, mp5, móviles, cámaras, cualquier dispositivo de almacenamiento se presta, se intercambia, como si fuera el simple traspaso de tecnología. ¡Error!
No existe hoy mejor psicoanálisis que "revisar", en ese préstamo inocente, estos implementos digitales de cualquiera de nuestros allegados, compañeros o simples conocidos. A veces resulta tan íntimo y confesionario bosquejarlos, como si se examinara un diario, una agenda personal o similares: lo que no dices de ti mismo, tu memoria flash lo vocifera en la primera mirada.
Cuál es tu música preferida, quién es tu familia, cómo se compone, qué lees por estos días, en qué trabajas, qué audiovisual engulles, a quién le escribiste el último correo electrónico, cuáles son tus pasatiempos... tanto, todo está a un solo golpe de máquina.
No hay secretos comprometidos, cuando no se guardan en una memoria flash. Lo que no quiera que se sepa de usted, no lo copie en ella. En la actualidad con los múltiples programas de recuperación de datos, hasta los archivos ocultos o borrados no son tan difíciles de encontrar.
En el mejor de los casos, o al menos en los más conscientes, cuando sus dueños saben de la información reveladora que guardan en su flash, se vuelven recelosos en sus préstamos. Existen los otros, "los inocentes", "los semianalfabetos digitales" que la ceden sin saber qué datos tienen, o sin siquiera pensar que son como "mujeres de la mala vida" que se abren con el mejor postor.
Nadie valora el poder que tienen estos diminutos y aparentemente cándidos artefactos. Multiplican la información en miles y miles de bytes que se reproducen como termitas, sin su dueño saber qué destino toman.
¿Cuántos no han copiado archivos que les han parecido "interesantes" de una memoria que le han facilitado? ¿Cuántos no se han "instruido" de lo que no tenían porqué saber, cuando tienen en sus manos un dispositivo ajeno?
La promiscuidad digital de estos tiempos no permite muros ni tumbas cerradas en cuanto a datos se trata, y el respeto a la privacidad ajena sucumbe con el trasiego de las memorias flash. Escándalos públicos internacionales, bullicios maritales, revelaciones de alcoba, dilemas laborales, se han suscitado por brindar la información equivocada en la memoria equivocada.
Ser conscientes de sus beneficios y limitantes, nos hace más precavidos e inteligentes al emplear estos aparatos. Nunca se sabe lo que su memoria flash puede decir de usted.

Escrito por Mayra García Cardentey.  Profesora de la universidad de Pinar del Río

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