por JORGE LEGAÑOA ALONSO
@cronicasdecuba
Hace apenas unos días lo volví
a tener delante y uno como que se alela, y viene esa sonrisa medio tonta de no
saber qué decir, pero los nervios no impiden otear a René González y seguir
cada gesto, y hasta reparar en los detalles más insondables. Es difícil seguir
sus manos, no las deja quietas un segundo, hablan tanto como él, son como las
de Fidel, siempre en alerta, señalando el derrotero, convidando a la lucha.
Esa mañana –hace unos pocos días–
René estuvo en Cuba Hoy y la
tranquilidad de la redacción se trastocó en barullo. Hablamos de lo humano y lo
divino, de las redes sociales, de Cuba y lo provoqué mencionándole a otro de
talla incalculable: Hugo Chávez.
“Realmente yo nunca pensé que
Chávez fuera a fallecer”, espetó. La admiración por el presidente bolivariano se le
notaba por encima de la ropa. Y en ese instante vino la confesión que alumbró
mi mañana: “La parte que más me gustó de Cuentos del Arañero fue la del
borracho”. ¿Cuál?, –indago– hay varias historias de borrachos en el libro, ¿es
“Con mi chivo pa’ Caracas”? “No” –me responde seguro– “la historia del borracho
que Chávez se encuentra el día que regresa de aquel primer viaje a Cuba en el
‘94”; era la anécdota de “Borracho político”.
Y es que a René esta historia
le recordó cómo ellos vivieron el proceso en Estados Unidos de echarles miedo a
los latinoamericanos con Cuba y “el pueblo venezolano rompió con eso de verdad y
después hemos visto cómo ese cuento se les va cayendo y ruedan sus fichas”,
subrayó.
En el grupo saltó la chispa y
al momento estábamos viendo otro de esos cuentos variopintos de Chávez. Esta
vez con el Arañero de Sabaneta en acción y a todo color en televisión en “ApuroPresidencial”. Todos estallamos en risas que se tornaban, por momentos,
carcajadas, mientras Chávez iba contando los aprietos que sufrió durante un
acto televisado en el que debía –en medio de la polvareda, el protocolo y un
cólico estomacal– derribar una pared para así unir dos túneles de un novedoso ferrocarril,
obra de su gobierno.
Ese cubano sencillo –con talla
de Héroe– que es René, disfrutó a su amigo Chávez otra vez. Entre anécdotas y
alguna que otra infidencia, olvidé el complemento de esta última anécdota de
Chávez. Según escribió Javier Rodríguez en la web del libro, cuando sucedió lo
narrado por el presidente, trabajaba en esas obras y Chávez desconocía que se
enfrentaba a una pared de rocas impostoras pues “cuando estaban excavando para
dejarlo listo para el acto de mi Comandante, se les derrumbó y les tocó tirar
un muro de concreto de un metro de espesor”.
René González cumple 57 años
este 13 de agosto y las coincidencias de la vida hicieron que naciera el mismo
día que nuestro Fidel Castro, aunque 30 años después, en Chicago, Estados Unidos. Pero hasta ahí llegarían los
azares.
En lo adelante, la Revolución
triunfante lo acercaría a Cuba y no habría casualidades, solo la decisión firme
de un amor inmenso por Cuba. Irma, su mamá, confesaba hace un tiempo a una
joven periodista, que sus hijos lo mismo pasaban el cumpleaños en una trinchera
que en una zafra: “Imagínate, yo era solita con ellos dos. Si quería hacer
Revolución tenía que llevármelos para todas partes”.
Foto: Rosana Berjaga.
René anda desde que regresó a
su Cuba, viviendo muchas nuevas primeras veces –luego de 13 años de injusto
encierro en Estados Unidos– y que solo su corazón sabe aquilatar: cargar al
nieto; los 15 de su Ivett; el reencuentro con Olga y llevar siempre los dedos
de las manos entretejidos; el extrañar a los más cercanos que ya no están; el cariño
de la “vieja”; el cuartel Moncada y abrazar allí a Maduro; conversar con la
gente de su pueblo; caminar por el Malecón...
Tantos pequeños instantes de la
vida de un hombre y de los que hoy puede disfrutar, no sin antes, recordarnos
que todo esto es aliento para seguir en la lucha por el regreso, a Cuba y sus
familias, del resto de sus compañeros, porque ellos siguen siendo Los Cinco.
René con el presidente Nicolás Maduro en el Moncada. Foto: Tony Guerrero.
Con su pequeño nieto.
El abrazo de la vieja.
La familia ante todo.
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