En el Colegio de San Gerónimo de la Habana el historiador,
investigador y científico social cubano Antonio Álvarez Pitaluga
presentó su texto "Revolución, hegemonía y poder. Cuba 1895 - 1898". En
una dimensión diferente de la historia patria se ubica este importante
estudio que más que nuevos datos aporta nuevas interpretaciones en torno
a ese complejo periodo nacional.
Acompañaron al profesor Pitaluga, en
la presentación de su libro, los también investigadores cubanos Jorge
Luis Acanda, Oscar Loyola y Miguel Barnet; en el auditorio, legitimando
con su callada presencia las ideas contenidas en el texto, se encontraba
un heredero directo de nuestra historia mambisa y republicana: Monseñor
Carlos Manuel de Céspedes.
Una gran cantidad de jóvenes presentes en la climatizada sala del
colegio desmentía la creencia de que a los más inexpertos de nuestra
sociedad no nos interesa la historia, nuestra historia, y más bien
confirmaba que lo que no nos gusta es el teque. La audacia del texto del
profesor Pitaluga proclama que la historia que nos interesa tiene que
ser justamente eso: audaz.
Al cerrar la presentación el propio Pitaluga refirió que la historia
nacional, aunque breve, "es una de las más intensas de América Latina", y
pensé entonces en cuán concientes somos los cubanos de ese legado, y
cuántos de nuestros maestros y profesores de historia son capaces de
encender la pasión de nuestros muchachos en las aulas evangelizando a
través de la intensidad de los sucesos patrios.
El pasado 12 de octubre se cumplieron 520 años del descubrimiento de
América, un descubrimiento que comenzó prácticamente por Cuba. Esta isla
"fermosa" cuyos más rebeldes aborígenes se entregaron a los montes y a
las llamas ante la oprobiosa colonización entró a las páginas de la
historia universal desde su descubrimiento mismo, y eso no pudo ser un
acto casual; esta isla montó a caballo semidesnuda machete en mano para
ultimar a las huestes españolas y expulsarlas de esta, una de sus
últimas colonias; esas crueles pero necesarias cargas al machete han
sido un inigualable acto de coraje en la historia universal. Esta isla
volvió a ser noticia cuando el propio Lenin definió la presencia de los
E.E.U.U. en el conflicto hispano – cubano como la primera guerra
imperialista del mundo. Esta isla parió a José Martí y recibió como un
hijo a Máximo Gómez, el último de los grandes libertadores de América; y
fue república y volvió a parir o a recibir a hombres que son íconos de
la juventud del planeta, por protagonizar uno de los movimientos
guerrilleros más singulares del mundo, y tal vez el más victorioso. Esta
es la isla de un pueblo que ha resistido mucho, una resistencia que los
amigos y enemigos del planeta son incapaces de comprender.
Pero lo más importante hoy es la comprensión de lo que ha sucedido en
aras de defender lo que sucede y construir lo que sucederá. Es por ello
que, en nuestro patio, la enseñanza de toda esa historia tiene que ser
un proceso intenso como lo ha sido nuestra historia misma. El
encartonamiento y el teque no nos van a servir de nada para defender ese
legado, es necesario fundir con creatividad las zapatas que cimentan la
enseñanza de nuestra historia en este presente.
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